Hi.

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miércoles, 16 de septiembre de 2015

Sin título.

 Si hay una sola cosa en la que creo y empiezo a pensar que es lo que no me hace ateo, es en el karma. Muchos nos podemos percatar de diferentes formas de que en realidad existe, tanto “suaves” como las fuertes, que te pegan tan fuerte que ni siquiera te das cuenta de qué fue lo que pasó.
Desgraciadamente, su servidor, no se dio cuenta de la forma “bonita”, así fue el caso de Troy, un pequeño de 13 años, miembro de una familia adinerada, no le faltó nunca el pan ni el último juguete más caro que podía llegar a la juguetería de la esquina cada día de despacho. Muchos que creerán: “Para ser tan mimado debe ser un pequeño muy aplicado.”. Troy, además de tener la suerte de ser un mimado, era, en boca de los que lo conocieron, una escoria en miniatura. Desagradecido, desvergonzado, desgraciado a esa temprana edad, además era un gran envidioso, muy competitivo, iba a una escuela pública, cosa que no se explicaban los demás si su familia era tan adinerada.

A su escuela asistía todo tipo de niño, desde el pequeñín delgado que era la nota más alta de clase, hasta el que era como Troy y solo había una persona como Troy, él mismo. Le gustaba buscarle problemas a un niño completamente asocial del que no se sabe ningún dato legal, sólo que es el mejor estudiante de su clase, es pobre y que además no tenía padres, lo representaba una anciana, pero ya estaba muy mayor y la atención que le prestaba al pequeño era nula. Un día Troy está decidido a hacerle vida imposible a Otto, nombre que le habían puesto los otros alumnos sin su consentimiento, haciéndole la peor broma de su vida.

Luego de planearla por días, llegó el momento de llamar a Otto y hacerle la broma. Troy se hizo pasar por “el amigable” y convenció a Otto de que fueran a la construcción abandona detrás del colegio, dijo que le daría un poco de poco ya que tenía pinta de que no había probado algo desde hace un tiempo. Llegaron al lugar y Troy le señaló a Otto la lonchera, estaba encima de un bloque de cemento, Otto fue corriendo de emoción a recogerla cuando uno de sus pies cae en una trampa para ratones que había colocado Troy, Otto cae mientras que Troy sólo ríe. De un momento a otro solo se escucha el grito de Otto, un grito de agudo y a la vez áspero, un grito de dolor ligado al llanto, un grito de muerte. Troy se acercó a Otto y vio que cayó en una zanja llena de jeringas, colillas de cigarrillos, botellas rotas y otras cosas que lanzan los vagabundos de la zona cada vez que pasan por ahí. Otto miró a los ojos a Troy y dijo: “El karma sabrá qué hacer contigo.”. Troy se mira las manos en señal de que no sabe qué hacer y sale corriendo, sin gritar para pedir ayuda ni nada por el estilo.

Meses después del incidente, Troy logra reponerse y seguir como siempre, o eso era lo que él creía. Era un día en el que la densa neblina se apoderó de la zona pero, por alguna extraña razón, las instituciones educativas decidieron seguir con su itinerario. El pequeño Troy toma su bicicleta y, refunfuñando, pedalea hacia la escuela. En el camino pasa por encima de una vara y ve un papel con su nombre, toma el papel y al leer lo que dice, no lo entiende.

                -No creas que porque no te insulté la rabia no me carcome aún, Troy.

Luego de un día normal en la escuela, Troy se dirige a su casa, pero esta vez decide irse a pie, llevando su bicicleta al lado, nota algo extraño al ver otro papel con su nombre, esta vez entiende y apenas lo lee se asusta, monta su bicicleta y pedalea a todo lo que dan sus piernas.

                -Te recomendaría caminar tan calmado con tanta niebla, alguien podría sorprenderte por la espalda, T.

Al llegar a su casa, Troy, no hace mención acerca de lo de las extrañas notas con su nombre que se consiguió camino a la escuela.
La noche llegó y luego de una sesión nocturna de videojuegos decide acostarse. Siente algo extraño en su cuarto, no le prestó atención y decidió irse a dormir.

                “¿Quién anda ahí? Tengo un bate de aluminio bajo mi cama y no dudaré usarlo.”

Es lo primero que susurra al despertarse de golpe y sentir que alguien lo observa.  La brisa es fría, la niebla sigue siendo densa y se había metido en el cuarto del niño, pero él había dejado las ventas cerradas. Entonces ¿Por qué sentía la brisa fría y la niebla se metió en su cuarto? Miró a su derecha y vio que las ventas estaban abiertas. Se levantó, las cerró y se volvió a acostar. Se durmió, pero se volvió a despertar de golpe, vio que, de nuevo, las ventanas estaban abiertas y el pequeño Troy se tapó de pies a cabezas con su sábana, solo se escuchada su acelerada respiración hasta que se calmó y otra cosa rompió el silencio. Sintió que alguien se sentó al pie de su cama, pensó que era su madre y se calmó hasta que sintió que tocó sus pies. No, esa no era su madre. En un intento desesperado por ver qué era lo que estaba sentado en su cama, el niño descubrió un poco su cara y no vio nada. Era una sensación de calma y miedo lo que sintió en ese momento. Vio hacia el rincón más oscuro de su cuarto y no observó nada, pero él sabía que ahí había algo. Volvió a taparse la cara de manera desesperada y cerró los ojos mientras rezaba en su mente. Sintió como, lentamente, algo halaba su cobija hacia el pie de su cama, el niño moría de miedo y a “esto” le gustaba. Unas manos con dedos largos y en forma de garfio, asquerosamente delgada, con dientes que sobresalían de su boca y dos puntos rojos que se asemejaban a dos ojos brillantes.

                “¡MAMÁ!”

Con una voz horriblemente áspera y apenas tolerante esta cosa dijo:

                “No te molestes en gritar, ya me encargué de todos en la casa con tu bate.”.

El pequeño cerró los ojos y mientras lloraba lo único que pensó fue:

                “Dios, me muero del miedo”.

A lo que el espectro respondió:

                “Descuida, la otra forma será más divertida y dolorosa. Después de todo, debo saber que hacer contigo, Troooooooy”.

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